Hace ya casi ocho años que en un diminuto apartamento de París un querido amigo me habló por primera vez de Chesterton en los términos más elogiosos. Unos años después pude leer con gran placer algunos de sus relatos cortos, entre ellos los del famoso padre Brown, en los que un estilo un tanto hiperbólico y muy descriptivo mostraba un talento literario que ha sido ejemplo para otros insignes escritores, como Borges. Ha sido ahora cuando ha caído en mis manos El hombre que fue jueves, publicada en 1908.
“César y Napoleón agotaron su genio para que se hablara de ellos y lo han conseguido. Pero éste aplica su genio a que no se hable de él y también lo ha conseguido.”
El argumento nos emplaza en un Londres onírico y casi mágico, donde un detective de Scotland Yard, el agente Syme, perfecta personificación de la ley y el orden, consigue introducirse en el mismo seno del Consejo Central anarquista, personificación a su vez del caos y en este caso también la violencia. Su misión será detener los planes destructores que contra la humanidad urde el máximo dirigente anarquista, apodado el Domingo. El resto de los siete miembros a su vez tendrán el nombre de un día de la semana, habiendo conseguido el agente Syme introducirse como el Jueves.
La trama consiste en una sucesión de persecuciones de los diferentes miembros del Consejo por parte del protagonista a fin de desbaratar sus planes. Cada una de las resoluciones de estos episodios vendrá de la mano de una paradoja no prevista por el lector, en la que la sorpresa servirá como solución a la narración, estímulo del lector y desencadenante del desarrollo posterior. El ritmo que se imprime a partir de todo esto es en más de una ocasión trepidante, y unido al personalísimo y siempre agradecido humor que destila el autor en sus líneas hace de la lectura de El hombre que fue jueves una experiencia francamente grata.
“De esto y de esto: del orden y de la anarquía. Aquí tiene usted su dichoso orden, aquí, en esta miserable lámpara de hierro, fea y estéril; y mire usted en cambio la anarquía rica, viviente, productiva, en este espléndido árbol de oro.”
Una vez dicho esto hay que advertir que la novela no es un simple relato policíaco, sino que funciona al nivel de una doble (o triple) lectura, en la que la acción detectivesca es sin duda la principal y la que guía la trama, y también por supuesto la más superficial. Bajo ésta se encuentran, más o menos a un nivel evidente aunque secundario dos alegorías, que son a mi modo de ver el verdadero objetivo del libro. Una sería la alegoría religiosa, y otra la alegoría política. Comenzando por ésta última Chesterton se posiciona claramente partidario de un modo de vida conservador, yendo sus dardos contra cualquier tipo de movimiento que pretenda contravenir el orden establecido, en este caso el anarquismo terrorista. Creo necesario comprender el contexto histórico, pues esta ramificación del anarquismo, perversión de una ideología más intelectual, se apoderó de ciertos grupos que bajo la negación del estado y la religión, opresoras de la libertad humana, se dedicaron literalmente a poner bombas y cometer asesinatos. De este modo el nihilismo venía de la mano de la destrucción. Curiosamente Chesterton identifica a estos grupos con la intelectualidad de la época, quienes difunden ideas que contravienen el sentido moral, político y religioso, y haciendo ésto en realidad se posiciona contra cualquiera de las ideologías socialistas, en un claro sesgo conservador y cristiano. Sus alusiones a la filosofía alemana en este sentido son claras. Resulta curioso encontrar las mismas expresiones y con igual contenido semántico más de un siglo después en algunos presentadores de la TDT Party. Quizá el señor Juan Manuel de Prada (sean todos mis respetos hacia él) no se haya enterado de que el nihilismo anarquista (o socialista según él) ya no pone bombas en ningún sitio. Como creo recordar que en algún momento se ha referido a Chesterton en términos elogiosos como poco he de decir que al menos posee muy buen gusto literario.
“Sin embargo, mire usted que a la luz del farol puede ver el árbol. No estoy muy seguro de que pudiera usted ver el farol a la luz del árbol.”
Gilbert K. Chesterton |
La alegoría religiosa es posiblemente el mensaje más patente y a la que más recursos simbólicos dedica el libro, desde parafrasear pasajes bíblicos hasta la encarnación de Dios y el Diablo (dejo en manos del lector sacar sus posibles conclusiones al respecto). Todo ello aderezado por la multitud de dudas que asaltan a los personajes del libro y que no son más que el camino espiritual que todo hombre ha de recorrer entre su propia naturaleza humana y la posible dimensión divina de la misma. En los últimos pasajes del libro asistimos a todo un repertorio de posicionamientos ante la idea de Dios, y todas las posibles percepciones y dudas que pueden asaltar a un creyente. La idea entre el mundo tangible, aquello perceptible por los sentidos, y el intangible, que no podemos percibir pero sabemos que está, cubre algunos de los párrafos y diálogos más interesantes, en un corte neoplatónico plagado de tradición cristiana, y, ¿por qué no decirlo?, cierto sesgo maniqueísta (gnosticismo dualista). El último capítulo es una manifestación de principios del autor sobre el por qué de nuestra naturaleza divina, sobre el por qué de la existencia del mal y del sufrimiento cristiano, en un intento de superar e incluso cargar de ilusión una vida que las más de las veces se nos muestra azarosa en nuestros infortunios.
“-Esto ya va mejor –dijo el doctor Bull-, somos seis para pedirle a uno que confiese claramente sus verdaderos propósitos.
-No lo veo tan fácil –dijo Syme-, somos seis para pedirle a uno que nos explique lo que realmente nos proponemos nosotros.”
Lo peor del libro: si alguien que ha creído estar ante una novela policíaca -repito- trepidante, amena y cargada de humor, no ha percibido nada más allá de ésto, será incapaz de comprender el último capítulo, y le sorprenderá probablemente para mal. Quizá Chesterton debería haber sido más sutil, como en el resto del relato, con el último capítulo, pues su contenido es diametralmente opuesto a la trama detectivesca principal que rige en todo el relato y hace que haya un corte formal que, no siendo en absoluto un error, sí que puede incurrir en la contradicción.
Lo mejor del libro: sin lugar a dudas los recursos literarios del autor. Su sarcasmo, ironía, descripciones sorprendetes y figuras literarias tan sugerentes como contundentes hacen de este libro una verdadera joya de la literatura universal, y a su autor uno de los mejores escritores de la historia. Aderecemos ésto con un sentido del ritmo pavoroso por magistral, y la utilización de la paradoja funcionando al mismo tiempo en varias lecturas de contenido. Inigualable.
Conclusión: el estilo es sugerente, divertido, descriptivo e irónico hasta provocar a menudo el entusiasmo en el lector, y probablemente a esto se deba que un servidor, a quien poco le interesa el mensaje religioso de fondo que emana de toda la narración, sea un firme entusiasta tanto de Chesterton como de esta magnífica obra literaria que es El hombre que fue jueves.
“A pesar de todas nuestras desventuras, conservo aún un poco de esperanza. La deposito en un hombre a quien nunca he visto.”
Me encanta la reseña. Me promueve las ganas leer esta obra. Vosotros tened los libros reservados, que cuando acabe con otros tantos que llevo en danza saquearé vuestra biblioteca. Besotes
ResponderEliminar¡¡Gracias!! Aunque creo que para dar una opinión demasiado he escrito te agradecemos mucho que nos leas :). Es un placer tenerte por aquí, y por supuesto a tu disposición queda nuestra humilde estantería con los libros :).
EliminarCreo que a la obra hay que tomarla mas como una alegoría que como un cuento meramente policial, el final sinceramente me dejo un poco pasmado. Pero creo que la intención del autor, era hacer como dije una alegoría, del mundo moderno y sus vicisitudes.
ResponderEliminarSí, totalmente de acuerdo. De ahí que el final, y coincido contigo, pueda dejar pasmado si tan sólo se sigue la trama policíaca. Creo que se tenga la ideología que se tenga la obra satisfará a quien busque en una novela más de una lectura. Y ésta tiene varias a mi modo de ver. Gracias por el comentario! :).
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