viernes, 13 de mayo de 2011

LA CASA DE PILATOS


Hace unos días fui a ver a un amigo en Sevilla, y aproveché la oportunidad para visitar la Casa de Pilatos, monumento del que había oído hablar pero que en ocasiones anteriores no había pisado. La impresión fue muy grata.
El conjunto (sobre todo el patio principal y lo que se articula a su alrededor) muestra una extraña mezcla de estilos e incluso de irregularidades que por raro que parezcan consiguen crear una armoniosa sensación. Partiendo de las luces de distinto tamaño de arcos de medio punto en este patio se realizan sobre los alfices exuberantes yeserías con motivos vegetales, geométricos y de epigrafía, totalmente mudéjares, que con su blancura iluminan no sólo el ambiente sino la sonrisa del viajero que los contempla. Se complementan con un impresionante zócalo de azulejería de gran altura en todas las paredes, cuya policromía y brillos son de admirar. Tanto en la crestería de la fachada como en una capilla interior se llegan a utilizar tracerías caladas del más puro gótico isabelino. Tanto mudéjar como gótico son propios de la nobleza y burguesía sevillanas de los s. XV y XVI, pero la sorpresa llega cuando un renacimiento purista pretende integrarse en esta arquitectura, no sólo con el uso de capiteles corintios esquematizados, sino con arquerías que sirvan de escenario nada menos que a toda una colección de arte romano y renacentista. El mejor ejemplo de ello lo tenemos en la remodelación que se realiza sobre la estructura y ornamentación del patio principal, en la que se abren nichos a modo de hornacinas para colocar los sobrios e impresionantes bustos de emperadores romanos traídos de una italia que redescubría su universo clasicista. En este mismo patio podemos encontrar dos portentosas copias romanas de Palas Ateneas griegas, que no sólo no rompen en absoluto con su marco mudéjar, sino que parecen vestirlo maravillosamente bien. Los casetones en el artesonado de algunas salas nos recuerdan perfectamente a esos otros que se realizaban en un mundo bien distinto, dos mil años atrás, y que aún podemos observar en las ruinas de la monumental Roma. Pero, ¡oh!, maravilla y sorpresa, se les ha dado una mano de pan de oro puramente sevillano y además en su interior se opta por decorarlo con un elemento que nos hace frotarnos los ojos para ver si nos estamos equivocando: ¡mocárabes!. El eclecticismo, que sin duda durante la pureza de raza de un renacimiento austero y posterior revisión más austera aún de una España herreriana creó no pocas críticas, está combinado en realidad no sólo con gracia, sino con la virtud de provocar una sonrisa en el visitante. Contemplar uno de estos patios es contemplar la fusión total, alegre y armoniosa, de un modo de vida que nos es fácil imaginar aunque sólo sea por envidia, un modo de vida en un blanco patio de Sevilla que te devuelve las ganas por la vida.
Tras el Alcázar sin lugar a dudas considero esta casa como lo más admirable en arquitectura civil de Sevilla, y me extrañaría que alguien la visitara sin asombrarse y exclamar contento "qué preciosidad".
Un saludo.
Pedro Peña.