martes, 26 de febrero de 2013

Los asesinos del emperador, de Santiago Posteguillo

 



















Arranque de una nueva trilogía por parte de este autor que tanto éxito comercial ha cosechado con la anterior narración de la Segunda Guerra Púnica.

En esta ocasión el protagonista es Marco Ulpio Trajano, primer emperador hispano, y el libro narra el período comprendido entre su infancia y el acceso al trono, en el año 98 d.C., basándose principalmente en el funesto reinado del emperador Domiciano. Sólo ha aparecido el primer volumen, y habrá que esperar según dicen al otoño de este año para ver aparecer la segunda entrega sobre la vida de Trajano.

Por resumirlo, Posteguillo sigue creando entretenimiento de masas, pero me ha gustado menos que la anterior saga.

Santiago Posteguillo.
Esta novela es mucho más coral que las anteriores, y descuida mucho el diseño del personaje de Trajano, quien aparece realmente de uvas a peras. Por contra, personajes inventados, como un invicto gladiador, parece erigirse en el eje fundamental junto al emperador Domiciano. El arranque del libro nos cuenta el intento de asesinato de este para, justo antes de conocer si se perpetra o no (para quien no conozca la historia), realizar un flashback que nos remonta a Nerón e ir desarrollando a los personajes desde ese punto. La conclusión del libro es por lo tanto obvia, pero no contento con restarle emoción a los profanos que se inicien en estas lides hacia el final narra con pelos y señales cómo se accede al palacio y se sortea a la guardia pretoriana, durante un sinfín de páginas sin interés alguno porque ya sabemos que consiguen entrar y plantarse ante las barbas del emperador desde el principio de la trama. En definitiva un planteamiento bastante más desastroso que sus anteriores novelas.

Sin embargo no está exenta de virtudes. Posteguillo parece ser un narrador nato, y merced al ritmo que imprime a la narración y la intercalación de episodios con conflictos in crescendo, como en la anterior trilogía, mantiene en todo momento el interés y consigue, casi de manera increíble, hacer de la lectura un plato muy ameno. Sigue además manteniendo valores como la nunca suficientemente ponderada documentación histórica que maneja, y que lo convierten probablemente en uno de los mejores autores de novela histórica de nuestro tiempo.

Marco Ulpio Trajano.
Para acabar, y más por decir algo que no se haya comentado aún, quiero señalar la tendencia histórica que rige sus obras. Por ponerlo muy fácil se podría decir que hay dos grandes corrientes historiográficas (es mucho más complejo que esto, si alguien ha tocado filosofía de la Historia o corrientes historiográficas). A saber: la primera, quien cree en la importancia fundamental de un personaje que supone un punto de inflexión en el devenir histórico, y la segunda, quien hace primar las causas y consecuencias socio-económicas como el verdadero motor de la Historia. Posteguillo pertenece a ojos vista a la primera. Y si no pertenece desde luego es lo que muestra en sus novelas y lo proclama en cuanto tiene ocasión a los cuatro vientos. Desde un punto de vista literario sin duda alguna es mucho más jugoso así. Puede sublimar muchos anhelos y frustraciones de epicidad y relevancia de un gran número de lectores a través del héroe legendario que lo cambia todo. 

Domiciano.
Ahora bien, probablemente la realidad histórica (si es que se puede decir tal cosa, por mucho que se utilice) no sea exactamente así. El autor plantea como la desastrosa gestión de Domiciano aboca al Imperio a una situación límite que pone en peligro no ya sus fronteras, sino el mismo Imperio Romano. Bien... esto no es así. No soy yo con la que está cayendo en España quien vaya a dudar de las nefastas consecuencias de la gestión de un gobierno inepto e incompetente, pero lo cierto es que Roma tuvo muchos emperadores nefastos, y su corazón no estuvo realmente en peligro hasta bien entrado el Bajo Imperio. Esto se debe a que, según mi humilde opinión, la estructura socio-económica prima sobre la gestión de un solo individuo, por mucho poder que acapare y muy imbécil que sea. Con Domiciano, igual que con otros de pareja indolencia, las fronteras se resintieron, y las consecuencias de su desidia por supuesto se dejaron notar con graves consecuencias (por cierto muy bien relatadas por Posteguillo), pero mientras fluyó el dinero adquirido de la expansión territorial, o de cualquier otro recurso de las pingües clases adineradas romanas, lo cierto es que el corazón de Roma estuvo a salvo. Sólo aproximadamente un siglo tras la política defensiva de Adriano (el sucesor de Trajano) se comenzó a dejar sentir sensiblemente la falta de recursos del Imperio. Las fronteras romanas siempre estuvieron amenazadas, pero sólo entonces es cuando comenzaron a desmoronarse, ya que un siglo sin la maquinaria económica que alimentaba al Imperio (esto es, la expansión y rapiña territorial) había hecho imposible el mantenimiento del sistema. Es decir, en el lapso de tiempo de un solo emperador como Domiciano (que tampoco duró tanto), las fronteras se hicieron vulnerables, pero de ahí a decir que el corazón de Roma puede ser destruido hay mucho trecho. Es comprensible sin embargo que el autor así lo haga, pues la novela aumenta en conflictos e intensidad. Su truco es bastante simple en todas sus novelas, para quien las haya leído: si yo digo que todo se va a acabar y que la civilización enterá arderá en llamas y su mies reducida a cenizas, mucho más glorioso y apetitoso para el lector será que le ponga delante de los morros al legendario héroe que lo evite. En este caso ese héroe es Trajano.

Domus Flavia, escenario de alguna de las escenas de la novela.


LO PEOR DE LA NOVELA.

Sin duda una trama coral muy heterogénea que descuida en exceso al supuesto personaje central. Añadamos que comenzar el libro por el final en este caso no ha ayudado a hacer el libro más interesante.

LO MEJOR DE LA NOVELA.

Sin lugar a dudas el talento como narrador de Posteguillo. Encaje de bolillos en ocasiones para hilar tensiones y distensiones. En este caso, como su propio planteamiento de la trama era, en mi opinión, malo, lo tenía más difícil. Pero consigue hacerlo ameno. Añado la documentación histórica de la que hace gala. Meritoria.

CONCLUSIÓN.

Una novela entretenida. Gustará a los aficionados de la novela histórica, aunque quizá defraude levemente a los seguidores de su anterior saga.

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