Trama detectivesca ambientada en el año 1523, con la protesta luterana de trasfondo y un lúgubre crímen acaecido hace tiempo en una torre que ahora parece reproducirse. Edgar, el protagonista, al servicio del príncipe obispo Von Greifenclau, será el encargado de investigar las sórdidas historias de alquimia y homicidio que se esconden tras los muros de la fortaleza de Schönburg.
Peter G. Bartschat |
Hay pocos elementos que lleguen a cuajar realmente en esta novela. El diseño de los personajes es proporcionalmente inverso al transcurso de la narración, construyéndose las personalidades y también las motivaciones conforme se avecina la conclusión, a menudo mediante analepsis (flashbacks). Esto provoca que durante gran parte de la lectura no sepamos qué es lo que mueve al protagonista, y quede a modo de envoltorio huero que actúa sin saber bien por qué. Algo similar ocurre, sin conocer siquiera sus motivaciones a lo largo de la novela, con los demás personajes, que le dejan a uno un regusto de hieratismo plano. El final, con la resolución de los crímenes, algo aclara de cada uno, pero llega tarde, muy tarde para una lectura satisfactoria.
A menudo el ritmo narrativo se aborda de forma abrupta, con acontecimientos y actos personales de los protagonistas sobrevenidos sin aparente causalidad, lo que hace que leamos situaciones que parecen fragmentos desvinculados de la historia que seguíamos hasta hace poco.
Castillo de Schönburg. |
Ni qué decir tiene que todo lo abordado en una novela histórica no ayuda precisamente a recrear el período histórico.
La lectura sin embargo se mantiene por un ritmo ágil en la prosa, salpicado a menudo por la ironía de la que hace gala el personaje y que hace llevar con cierta amenidad todos los defectos comentados.
LO PEOR DE LA NOVELA.
Sin lugar a dudas la escasa causalidad que en principio parece guiar los actos de los personajes, junto a un diseño deficiente de los mismos.
LO MEJOR DE LA NOVELA.
Alguna que otra nota irónica.
CONCLUSIÓN.
Para pasar el rato sin ninguna pretensión más.
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