jueves, 21 de julio de 2011

Los cuentos del Marqués de Sade.


Ilustración de su novela Justine.

Hace muchos años que un querido amigo me comentó, en el salón de su casa y tomo en mano, las virtudes literarias de Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como el Marqués de Sade. La mayoría de las personas conocerán este nombre por su derivación, el sadismo, que toma no por nada su forma del autor que tratamos. En efecto, parece que Sade produjo tal convulsión estética y moral, en vida y tras ella, que sadismo viene muy bien a reflejar aquello que se describía en alguno de sus relatos, es decir, el placer que experimenta un individuo a través del sufrimiento de otro.

Pero yo no deseo comentar las virtudes o vicios del sadismo, ni siquiera de los de Sade, sino su calidad literaria, descubierta tardíamente y casi por sorpresa, muy grata sorpresa. En la Edad Moderna racionalismo y empirismo cristalizan en la preocupante tendencia a cuestionar el llamado Antiguo Régimen en el siglo XVIII, abriendo paso al Siglo de las Luces, entendiéndose por las sombras precisamente el absolutismo y las más variadas formas de la doctrina católica en Francia, desde la misma Inquisición, que daba sus últimos estertores al ritmo del crepitar de las llamas, hasta la creencia misma en la idea de Dios. Surge así un Montesquieu precursor del liberalismo político, un Voltaire que se dejará los dedos en pro de la tolerancia y un Parlamento a la inglesa, y un Rosseau que abogará por la naturaleza humana. Éste último será de gran influencia para el Marqués de Sade, si bien en éste la naturaleza humana es capaz de instintos y actos mucho más diversos que en el primero. En definitiva, he encontrado en Sade a un hijo pleno de la Ilustración, y en el sentido moral o amoral de sus obras, en la negación sistemática de cualquier creencia y la crítica de los convencionalismos políticos sociales y políticos, a uno de los precursores de lo que hoy en día mucha gente da en llamar con cierta ambigüedad Nihilismo (a pesar de que el éxito del término filosófico es un poco posterior y bajo otras circunstancias). A quien piense que la actualidad de estos conceptos es anacrónica le recomiendo que encienda la televisión, y vea los debates que se dan en alguna de las cadenas de televisión, en especial una, surgidas al calor de la TDT.

Donatien Alphonse François de Sade.
Yo me he leído por ahora tan sólo unos cuentos, en su mayor parte cortos y cómicos, pero han sido suficientes para incentivarme a la futura lectura de sus obras mayores. A quien haya leído los de Voltaire, por ejemplo, le recomiendo que se lea a continuación los de Sade, pues en mi humilde opinión no sólo no le van a la zaga formalmente (aunque quizá sí sea más perfecta la prosa del primero), sino que la capacidad de síntesis e imaginación de Sade sencillamente me parece casi insuperable. Por supuesto, dada la vida que llevó este hombre siempre cabe la duda de si realmente necesitaba tirar de imaginación o más bien se limitaba a narrar hechos vividos o sabidos de sus contemporáneos. Como quiera que fuese la capacidad para realizar un relato de página y media, coherente, proporcionado entre las partes y con el todo, con un contenido sustancioso y, sobre todo, entretenido, sencillamente me parece magistral y digna del más encendido elogio. Y no sólo eso, sino que este hombre es capaz de las más competentes figuras literarias, e insertadas del mejor modo, del que ayuda a describir la acción y a evolucionar la historia. Así metáforas, ironías y sarcasmos no son sólo hirientes o mordaces, sino insertas en el contexto desternillantes. Valga como ejemplo aquí una frase para describir a un individuo: "... un buen mozo de unos treinta años que andaba detrás de todas las mujeres y que estaba haciendo un bosque con las frentes de todos los maridos de San Quintín." O esta otra: "... Bien, señora, habrá que complaceros- contesta el príncipe apoderándose de su altar predilecto-..." entendiéndose altar como la parte del cuerpo donde la espalda pierde su casto nombre. En otro de los relatos en los que Sade arremete contra la iglesia, El preceptor filósofo, un clérigo explica la transustantación a su jovencísimo alumno mediante la parábola física de una adolescente a la que une sexualmente, entendiendo así que dos puedan ser uno, y cuando finalmente el clérigo se une a los dos, tomando a su alumno por detrás, le revela que acaba de aprender la Santísima Trinidad. Con estos ejemplos pretendo expresar que no creo que Sade la vaya a la zaga a Voltaire en la utilización de ciertos recursos, y aún más, en lo explícito de los mismos se muestra como mucho más eficaz, pues es mil veces más corrosivo.

No es de extrañar que más de treinta años de la vida del Marqués de Sade transcurrieran encerrado entre rejas, y que muriera entre las de un manicomio en las postrimerías del Imperio Napoleónico. Su condición de rancio aristócrata le había salvado de muchos apuros, pero no fueron suficientes para evitar las iras de su suegra, quien lo mandó 13 años al calabozo, o la de las morales instituciones bien aristócratas bien burguesas, que tomaron sus escritos sencillamente como monstruosidades amorales. En una ocasión tuvo que huir al ser procesado y condenado por flagelar y envenenar en una orgía de días a varias prostitutas. Sin embargo el peregrinar por una vida que le fue a menudo robada no deparó pocas sorpresas. Por ejemplo, sobrevivió al Terror revolucionario, algo realmente sorprendente. Pidió a Napoleón el indulto del manicomio donde hacia el final de su vida fue recluido, pero como quiera que se enemistara con éste anteriormente por ciertos escritos donde más o menos fácilmente se adivinaba la figura de Josefina no le fue concedido. Dentro de esta institución parece ser que no le resultó difícil aprovecharse de los enfermos mentales que le rodeaban para sus prácticas sexuales, llegando a marcar sobre el papel con un signo gráfico y el número de veces a las personas que sodomizaba. Murió así entre rejas a la edad de 74 años, tras haber disfrutado pocos periodos de libertad.

A modo de curiosidad es interesante saber que poco antes de la toma de la Bastilla el pueblo enardecido gritaba en tumulto por las calles de París. Se dio la casualidad de que el casi único ocupante de los muros de esta prisión era el Marqués de Sade en ese año de 1989, y utilizando un canalillo para defecar a modo de altavoz lo dirigió hacia las rejas de la celda, a fin de dirigirse al pueblo amotinado, a quien les refirió una historia de torturas y vejaciones contra los presos por parte de las autoridades reales. Tras este incidente Sade fue trasladado inmediatamente para evitar que asaltaran la Bastilla. Sin embargo el hecho de que el pueblo de París tomase una prisión con apenas unos cuantos huéspedes y casi todos aristócratas nos deja la duda en la cabeza de si la intervención de nuestro marqués fue decisiva o no para convencer al pueblo de una idea más bien equívoca.

Un cordial saludo.

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