sábado, 30 de julio de 2011

El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza.



¿Alguna vez han comenzado un libro y han comprobado que les era imposible dejar de leer? ¿Alguna vez se ha unido a esta circunstancia encontrarse con un texto muy bien escrito? ¿Y alguna vez se ha producido además el hecho de ser un libro hilarante que les hace sonreír cuando no reír abiertamente a cada dos pasos? Básicamente esta es la sorpresa con la que me he topado en el libro de Eduardo Mendoza, una maravilla más o menos escondida tras una edición juvenil cuando no infantil y que para nada hace justicia a su contenido, por mucho que la editorial quizá venda más de este modo. Se enmarca en el género de novela cómica o satírica que tan propio es de este autor, siendo ejemplo de ello "Sin noticias de Gurb", "El último trayecto de Horacio Dos" o "El asombroso viaje de Pomponio Flato". Como todas ellas el personaje posee ciertas características comunes, siendo quizá la más notable el uso de alguna tara mental, generalmente la imbecilidad, la incompetencia o, como en este caso, una mezcla de estas dos con la locura. Revestido con estas armas suele lanzar al protagonista al mundo real, en comparación crudo, eficaz y despiadado (¿les suena?), lo que provoca las circunstancias propicias para más de un gag cómico. Pero no sólo eso, sino mucho más.

Eduardo Mendoza.
El argumento parte de un manicomio de Barcelona en el año 1977, donde nuestro protagonista permanece recluido desde hace cinco años. El haber sido anteriormente delincuente y además soplón al servicio de la policía le hace recibir la visita de un comisario que a cambio de investigar la desaparición de una niñas de un colegio religioso le promete la libertad. Es así como la mundana vida, revestida de la mediocridad de una juventud delictiva en los bajos fondos y la privación de su libertad, cobra un nuevo sentido en el que una aventura increíble le permite al personaje sentirse alguien que no es de repente. Se verá inmerso en una investigación en la que él es el bueno, y en la que puede ayudar a resolver un caso que trae de cabeza a las fuerzas del orden, luchar contra el mal y, quizá, conquistar a la chica de la novela. Sin duda alguna el gran valor de esta novela, su trama, trepidante, variada y variopinta, guiándonos de una sorpresa a otra con la agilidad de un personaje que vamos conociendo según sus actos, y que nos muestra a un ser capaz de las más bajas acciones pero no exento de corazón. Ingenuo por naturaleza para las relaciones sociales, que siempre se han visto trabadas por su baja extracción y actos delictivos, pero altamente astuto para todo lo que huela a crimen, irá desenredando poco a poco un misterio que tiene más implicaciones de las que aparentemente se mostraban. 

Y he dejado para lo último la doble lectura de este libro, algunos escuetos pero especialmente importantes párrafos de la novela que nos guían por un sentido a la vuelta de la aventura. La dialéctica entre realidad y ficción, en la novela entre lo que nos vemos obligados a ser y lo que deseamos ser en realidad, se hace patente en muchas ocasiones, que coinciden con las que mayor cariño sentimos por el protagonista. La vida de alguien que concibe más su realidad con la efímera ficción que le toca vivir, pero donde deja de ser un marginado para la sociedad y se convierte por primera vez en el héroe que todos llevamos dentro y que una realidad más mundana pocas veces deja salir a flote. Así de Alonso Quijano se convertirá en Quijote, haciéndonos compartir con él lo que todos hubiéramos deseado ser y que no nos han permitido.

Lo peor de la novela: Mendoza reconoce que escribió esta novela como un ejercicio libre de pura fantasía literaria, sin planificación alguna, y hay que reconocer que si es así le salió más o menos redondo. Pero no deja de adolecer de falta de coherencia en la trama de los hechos, como al final se puede comprobar cuando se intenta dar una explicación coherente a todo lo ocurrido. Además el registro del personaje en sus intervenciones no sólo no es adecuado a su condición social, sino hiperbólico y retórico, lo que no deja de ser gracioso pero no cuadra.

Lo mejor de la novela: Sin lugar a dudas la trama, trepidante, imaginativa y llena de ocasiones para la paradoja que produce el choque de la realidad con las más que peculiares características del protagonistas. La hilaridad está servida de la mano de la ironía, el sarcasmo, la sátira social a través de ciertos arquetipos de la transición y los más que humanos defectos de nuestro héroe.

Algunas frases: "Seguía con los ojos bien abiertos, aunque ya no dirigidos a mí, sino al infinito, y de sus labios caía una baba verdosa. De estos detalles y del hecho de que no respirara, inferí que estaba muerto." ; "¿a quién concederá usted razón, inspector, puesto en semejante encrucijada: a un honesto ciudadano, a un capitán de empresa, epítome de la burguesía rapaz, prez de Cataluña, blasón de España y fragua del Imperio o a esta antigualla grotesca, elefantiásica y aquejada, para postre, de una taladrante halitosis, hetaira de profesión como podrá comprobar si registra su bolso, que hallará repleto de condones no precisamente impolutos, a la que había prometido yo, a cambio de una contrapartida que no voy a pormenorizar, la estrafalaria suma de mil pesetas, estas mismas mil pesetas que ahora le entrego a usted, inspector, como prueba documental de cuanto aduzco?" ; "Mercedes Negrer reflexionó unos segundos, en el decurso de los cuales logré no clavar ni una sola vez las pupilas en sus tetas golosas."

Un cordial saludo.

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