domingo, 3 de junio de 2012

Riña de gatos. Madrid, 1936, de Eduardo Mendoza.


Un ejercicio de virtuosismo de Eduardo Mendoza, que a través  de una historia convulsa ante el inminente estallido bélico y las peripecias vitales de un flemático protagonista atrapado en una trama trepidante, aborda el tema del retrato social de una época, así como, en su vertiente más intimista, las pulsiones que guían nuestros actos más profundos y que son muestra de una naturaleza a menudo escondida bajo el signo de los convencionalismos.

 "Los españoles hablan por los codos. Yo mismo lo estoy haciendo, ya ve usted. Guardó un instante de silencio para demostrar que podía poner coto al vicio nacional y luego prosiguió bajando la voz."

El argumento parte de la visita del británico Anthony Whitelands, académico del arte especializado en el Siglo de Oro español, a fin de valorar una colección en Madrid, en el año 1936. La sorpresa ante un descubrimiento artístico sin precedentes, una aristocrática joven no exenta de desparpajo, un José Antonio Primo de Rivera imbuido de galán de alto copete, así como los más variopintos personajes muestra de las posturas que desencadenarían el fatal desenlace de la Guerra Civil se irán dando cita a lo largo de la narración con una fluidez e intriga que al lector se le harán memorables.

La habitual estratagema de Mendoza en la elección de un personaje ajeno al mundo que le rodea, le permite el encuentro con una realidad chocante a través de los ojos de su protagonista, y crear la paradoja que tiene como fruto una más contundente y en ocasiones satírica descripción que hace de esta novela el gran retrato histórico y social que es.

A pesar de la clara seriedad de los hechos narrados, la irónica pluma de Mendoza unida a su prodigiosa capacidad para los más variados registros mantienen una sonrisa en los labios del lector a menudo. Y es que la polifonía aquí adquiere casi proporciones fotográficas para forjarnos un retrato certero de personajes y acontecimientos. 

 "Velázquez pintó este cuadro al final de su vida. La obra cumbre de Velázquez y también su testamento. Es un retrato de corte al revés: representa a un grupo de personajes triviales: niña, sirvientas, enanos, un perro, un par de funcionarios y el propio pintor. En el espejo se refleja borrosa la figura de los Reyes, los representantes del poder. Están fuera del cuadro y, por consiguiente, de nuestras vidas, pero lo ven todo, lo controlan todo, y son ellos lo que dan al cuadro su razón de ser."

Lo mejor de la novela: la narración deslumbrante e irónica, aún dentro de la seriedad, del autor.

Lo peor de la novela: El final deja ciertos cabos sueltos que no terminan de complacer al término de su lectura. A título personal diré que el personaje de José Antonio Primo de Rivera está en exceso edulcorado. La sutileza y el ingenio de Mendoza en cambio contrasta con una trama que, como suele ser frecuente en sus novelas, no acaba de hilvanarse definitivamente, y no nos proporciona un final digno acorde con el resto del libro.

"Me quedaré unos días, consultaré documentación, visitaré amigos y colegas, puede que me llegue a Toledo o a El Escorial, y trataré de ver una novillada: me pirro por los banderilleros."

Conclusión: una gran novela por tres de los cuatro costados, que destila buen hacer literario y rebosa ingenio, y, en último término, uno de los entretenimientos más deliciosos con los que me he topado. Eso sí, probablemente  no apta para las catervas pseudo-lectoras que degluten sistemáticamente novelas comerciales. Ésto es otra cosa, y es para disfrutarla apreciando cada frase.

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