martes, 2 de abril de 2013

La mula, de Juan Eslava Galán

 



















El cabo acemilero Juan Castro Pérez se encarga del transporte por zonas inaccesibles por otros medios gracias a una recua de mulas en plena Guerra Civil española. Un día se topa por casualidad con una mula perdida, y se hace cargo de ella con la intención de no contabilizarla con las demás, y poder llevarla a su casa al finalizar la contienda.

Una novela enmarcada en la temática belicista de la Guerra Civil pero con un argumento nada habitual en este tipo de narraciones, y por eso mismo muy de agradecer. Las vicisitudes de una persona esencialmente buena que se rodea de una serie de anhelos auspiciados por las extrañas circunstancias de una guerra fratricida. Juan Castro se encariñará con la mula, a quien llamará Valentina; en un pueblo cercano al campamento conocerá a una joven de quien se enamorará e iniciará una relación que si bien físicamente es mucho más pausada de lo que él desearía sí que le colma emocionalmente. Por último muestra preocupación por su familia, que no sabe cómo se encontrará, y por un amigo íntimo con el que se peleó y que se encuentra en el otro bando.

Juan eslava galán.

Decía uno de los nacionales: "¡Rogelio!" Y contestaban los rojos por su altavoz: "¿Qué?" "¿Qué habéis comido hoy?" "¡Lentejas!" "Nosotros, guiso de papas con carne de buey." "Con carne de buey, ¿eh?", se mosqueaba el rojo. "¡Con carne de tu madre!" "¡De la tuya!" "Si no fuerais tan cabrones, no daríais tanto por culo, ¡hijos de Franco!" "¡Y si vosotros no fuerais hijos de la Pasionaria, a lo mejor sabíais quién es vuestro padre, que no me cago en vuestro padre porque a lo mejor soy yo!" "¡Esa boca pide polla!" "¡Tu culo es el que pide polla!" Y en ese plan.

El diseño de personajes, construído con calma, poco a poco, con el saber hacer de quien modela a partir de acciones y sentimientos comunes a todos, y localismos en el habla que, a quienes tenemos ascendiente andaluz, nos son familiares, este diseño de personajes, digo, está muy logrado. Y Eslava Galán no lo tenía fácil bajo mi punto de vista. Ha elegido a un criado convencido de su condición y que se ha pasado al bando nacional como protagonista. En torno a él se desarrollan varios perfiles típicos de diversa ideología o sin ella, pero todos con una justificación producto de la inspección minuciosa de los vericuetos de la psique humana en la que no se trata de malos y buenos. Y ese es el mayor logro de esta particular historia: la mala, la realmente mala en toda la narración, es la guerra, capaz de generar ilusiones y anhelos por una parte para por otra destruirlos y convertir a las personas y lo que son en cenizas y humo.

Franco en Burgos.
Esta novela no es especialmente entretenida bajo mi humilde punto de vista, ni tiene virtudes realmente exageradas, aún con una narración muy hábil y un saber hacer al construir la historia muy de agradecer. Pero tampoco tiene grandes defectos dignos de mención, y sí más de un pasaje para disfrutar de un sutil sarcasmo en muchas situaciones y una magistral polifonía de mano de variopintos personajes.

"-Franco es... recortaíto. Muy alto no es, y panzoncete, que cuando lo ves andar parece que las borlas del fajín le van a llegar al suelo. Los pies muy chicos, ¿sabéis?, con sus botas altas y sus espuelas y -titubea- un poco culón, creo yo."

LO PEOR DE LA NOVELA.

Quizá el tono átono de la narración y la ausencia de suficientes puntos de inflexión nos produzcan la impresión más de una descripción alargada que de una novela. Pero vamos, molesta poco y quizá simplemente sea a gusto personal.

LO MEJOR DE LA NOVELA.

Sin lugar a dudas la construcción del protagonista y sus miedos y anhelos, así como el fino sarcasmo que se desprende de muchas de las situaciones planteadas.

Acemileros en la Guerra Civil española.
 CONCLUSIÓN.

Es una más que decente propuesta y muy bien escrita. Aunque sólo sea por abordar esta temática desde un punto de vista atípico y en cierto punto socarrón y triste a un tiempo merece la pena.

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