miércoles, 20 de marzo de 2013

El símbolo perdido, de Dan Brown


Robert Langdon, especialista en simbología, es conducido por sorpresa a dar una conferencia en el Capitolio, Washington, para un amigo masón y filántropo que se ha quedado a última hora sin ponente. Cuando llega allí se da cuenta de haber caído en una trampa, en la inquietante y sádica argucia de un siniestro individuo que pretende del profesor que le revele el gran secreto masónico oculto entre las piedras de la capital americana.

Dan Brown.
Dan Brown, que encontró la mejor manera de generar dinero mediante la conjunción de ciencia y religión en Ángeles y demonios y la confirmó con creces en El código da Vinci, sigue en esta novela con la misma receta y el mismo protagonista.

Las características que han hecho famoso a este nada prolífico pero sí polémico autor son bastante evidentes. Una trama muy ágil, propia de un guión cinematográfico, la clásica intriga al final de cada capítulo (a menudo de un modo tan ramplón que extraña que funcione), una prosa absolutamente llana, comercial e incluso llevada a extremos de sencillez, la hipérbole descriptiva en cada una de sus manifestaciones que lo pone fácil a la imaginación y a la incentivación de la curiosidad por parte de lectores de toda condición...

La elaboración de teorías al margen de la oficialidad en torno a temas espirituales y científicos que tocan de cerca a millones de personas con la constante de "te voy a desvelar el mayor secreto del universo, que puede cambiar el mundo que has visto hasta ahora" es uno de los ingredientes principales, pero no exclusivo. Dan Brown inventa de hecho poco o nada, a pesar de la rarísima habilidad para combinar diferentes teorías y datos en una trama de thriller y salir airoso. Eran y son muchos los que con anterioridad han hecho exactamente lo mismo (por ejemplo Eslava Galán por poner un caso conocido). Entonces, ¿en qué se diferencia el éxito de este autor? En mi opinión en el talento para servir el plato de una manera comprensible, emocionante e inmediata como pocas veces antes se ha visto en la novela comercial. O por decirlo llanamente, el hecho de que enganche es fundamental. A uno le pueden decir que Jesucristo se acostaba con María Magdalena, y que de dicha unión surgió la descendencia llamada Sang Real (Sangre Real), es decir, el Santo Grial, que si al decírnoslo no se le pone un toque de misterio y se hace jugoso y además asequible no se logrará los millones de lectores que ha logrado este señor. Y ejemplos hay varios, porque el tema de El código da Vinci ya ha sido tratado en varias ocasiones con anterioridad.

Capitolio y Obelisco en Washington.
En cuanto al libro que nos ocupa mantiene todas estas características, y también tiene grandes defectos. Uno de ellos es precisamente esa sencillez de la narración que a mí no me confunde: eso en mi pueblo se llama incapacidad para hacer literatura (por mucho que este tipo fuera profesor de literatura, me la pone al pairo, vamos). Es decir, escribe de pena. Es por ello que recursos pobres para describir pensamientos o emociones se repiten sin descanso de un modo evidente, porque no es capaz de hacerlo de otra forma o le cuesta bastante. El clásico texto entrecomillado para denotar que es el pensamiento, es una viñeta de cómic que está presente en cada página, y queda francamente mal. Además, para darnos lecciones de semántica y etimología debería mirarse bien cada una de las frases que utiliza y no sólo las palabras sobre las que se ha documentado previamente. No, Dan, no... el obelisco que hay en Washington no es una "monolítica estructura". Monolitos son los de Egipto, este no, porque se compone de sillares pétreos en un aparejo regular, y no de una sola (monos) piedra (litos). Y como esto que acabo de describir hay algunos gazapos más, lo que le resta parte de gracia a las explicaciones de lengua y simbología porque te das cuenta que están urdidas como un collage de documentación previa que no se asume demasiado bien por parte del autor.

La Biblioteca del Congreso en Washington.
La narración de los hitos científicos o pseudocientíficos puede llegar a ser verdaderamente pesada, no porque no sea interesante, sino porque la prosa de Brown no soporta más de dos o tres páginas de descripción sin llevarse uno las manos a la cabeza. Y es que este hombre no es un literato, sino un novelista. Hay también nexos de causalidad dentro de la trama que están cogidos con pinzas, que no son nada creíbles o que directamente serían totalmente ilógicos en un mundo normal, y que nos los mete (o nos la mete) con calzador porque le viene bien para el supuesto apoteósico final. Por último tengo que decir que la poca gracia que me hacía se desvanece al descubrir hacia el tercer cuarto del libro la sorpresa final. Es predecible hasta la saciedad porque el mismo autor se encarga de dejarte las pistas a lo largo del libro como si del código secreto se tratara, a ver si el lector lo descubre... ¡y claro que se descubre! ¡Dan, por Dios, que la intención está muy bien, pero tú no eres Leonardo o los masones! ¡Que tú dejas pistas y se pilla todo enseguida!

La Casa del Templo en Washington.
La profundidad de la que hacen gala los personajes es simétrica a la profundidad de la trama y está totalmente supeditada a esta. No hay nada en la descripción psicológica de los actores del drama a efectos de identificación con ellos, y las motivaciones, que sí están, son bastante primarias. De hecho que el personaje central del libro sea un estirado profesor de Harvard y sus compañeros de aventuras grandes magnates o científicos muy por encima de la inteligencia de cualquier ser normal es un hecho raro y arriesgado. Sin embargo para mi sorpresa le sale bien y la gente lo lee sin reparar mucho en ello.

Este señor vende un secreto que cambiará el mundo, y como al llegar al final del libro es obvio que no conoce ningún secreto las explicaciones de las últimas páginas son de risa o de pena, según prefiera usted. Para eso es mejor desvelar la trama más superficial y dejar en la ignorancia o dar por perdido ese secreto para siempre. Si además intentas explicar científicamente algo infumable es muy posible que te puedas cargar la poca gracia que le haya causado a alguien el libro.

Iniciación de un masón.
LO PEOR DEL LIBRO.

La prosa, difícilmente digerible. Defectos semánticos a la hora de expresarse. Causalidades y consecuencias ilógicas dentro de las acciones de los personajes.

LO MEJOR DEL LIBRO.

La Apoteosis de Washington en la cúpula del Capitolio.
La trama es por momentos trepidante, es capaz de mantener en muchas ocasiones cotas de tensión alta gracias a su capacidad para hilvanar y exagerar acciones y dejarte con la intriga para el siguiente capítulo.

CONCLUSIÓN.

Yo también veo los defectos (no son pocos). Pero en los últimos años son muchas las voces, principalmente de escritores, que se han cebado con el modo de escribir de Dan Brown. Yo quiero decir que este hombre tiene un valor, y que no es poco como valor, de hecho en dinero contante y sonante es mucho: sus libros son ultra entretenidos. A los escritores que se quejan demasiado por su modo de escribir se les ve la pluma de la envidia a una legua, y a quien dice que no se debería hacer lo mismo (me guste a mí o no) se les debería preguntar: ¿por qué? ¿Acaso este hombre es el primero en jugar o reinventar los elementos de la historia? En la ficción se lleva haciendo siglos, es lícito y no pasa nada. Todo lo demás son las ganas que tienen algunos de ganar la pasta que ha ganado este hombre. Y no hay más.

PRÓXIMO LIBRO DE DAN BROWN.

Su próxima novela se titula Inferno y tendrá un lanzamiento editorial mundial el día 14 de mayo de 2013. Está ambientada en Florencia y parte fundamental de su trama se basa en La Divina Comedia, de Dante.

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