martes, 20 de septiembre de 2011

Las Saturnales, de Lindsey Davis.






















Compré este libro con la ilusión de quien ha leído la Plata de Britania, un libro que si bien como trama detectivesca adolecía de carencias sí que era un soplo fresco al ironizar o satirizar la novela histórica romana a través del personaje Marco Didio Falco. Sin embargo "Las Saturnales", el XVIII volumen del mismo personaje, no me ha gustado.

El argumento gira en torno a la desaparición de un reo extranjero de Roma, una sacerdotisa germana perteneciente a la tribu de los brúcteros, que deja tras su huida la huella de un crimen. Recuperarla es vital para el Imperio, pues deberá figurar en la ovación que recibirá el general que la ha apresado para ser ajusticiada. La investigación correrá a cargo de nuestro personaje, Marco Didio Falco, quien en una misión anterior en Germania la conoció en persona y puede identificarla.

Lindsey Davis
La trama para ello a lo largo del libro es caótica, probablemente sin planificación alguna y además totalmente descompensada. Una vez superado el planteamiento inicial en los primeros capítulos el personaje se adentra en una sucesión de escenarios y personajes que no aportan absolutamente nada a la consecución de la investigación, y que tampoco crean ni pistas ni nuevas intrigas al final de cada capítulo para mantener la atención del lector, algo que puede parecer banal pero que en realidad es esencial en la estructura de una novela ligera de trama detectivesca. O lo que es lo mismo, el libro aburre soberanamente porque no sucede nada hasta los últimos capítulos. Además el protagonista se rodea de una pléyade de familiares y coadlateres que ocupan gran parte de las páginas sin que se sepa para qué, pues no tienen apenas función alguna dentro de la novela. Algo de todo esto debe saber ya la autora porque se lo habrán repetido en más de una ocasión, ya que en el capítulo X escribe "Quizá algunos os preguntaréis por qué fui a la caupona [una taberna]. No encontré pistas, no busqué a testigos útiles, no descubrí ningún cadáver y no hice ningún llamamiento público para que se presentaran los informantes. No logré nada para el caso y un pedante argumentaría que no hay razón para describir la escena, pero éstos son mis recuerdos y voy a incluir en ellos cualquier cosa que me interese, ¡no faltaría más!" No, Lindsey, no. No hace falta ser un pedante para darse cuenta de que la mayoría de capítulos son exactamente así. Y probablemente no te lo haya dicho un pedante, sino alguien que como yo se ha aburrido con tu libro.

Lo mejor de la novela: sin duda la ironía que destila el estilo ligero y transgresor de la autora, que como ya he dicho anteriormente, en mi opinión supuso un soplo fresco y divertido dentro del género de la novela histórica. Añado también la generalmente exhaustiva documentación histórica que maneja la autora y de la que hace gala en todos los capítulos. Se agradece. Sin embargo en el capítulo XIII confunde a Calígula con Nerón: "Finalmente cuando Nerón murió y Claudio llegó al poder..." La secuencia de emperadores correcta es, para el profano, Calígula, Claudio, Nerón, y no al revés. Dada la erudición de la que hace gala generalmente supongo que debe tratarse de un lapsus, o bien de un error de edición.

Restitución infográfica del Foro Republicano.
Lo peor de la novela: sin duda que la trama es una llaga supurante en la piel del subgénero detectivesco. La mayoría de las páginas se podría haber suprimido (para la consecución del misterio) de un solo plumazo, pues no sólo no aportan nada, sino que consiguen lastrar totalmente el libro aburriendo soberanamente. La proliferación de personajes, entre los que se cuentan diez legionarios asignados al mando del detective, dos o tres esclavos con el único objetivo de sacarlos a escena a menudo sin ninguna función, o los numerosos familiares del protagonista y su esposa, que tampoco sirven para nada y cuando realizan algo dentro de la trama es tan forzado que da grima leerlo, pues la proliferación de estos personajes, como decía, no sólo ayuda al hastío general de la obra, sino que además consiguen exasperar a cada página que lees.

La conclusión: una novela ligera (es decir sin mensaje o trasfondo o doble lectura) debe ser algo agradecido de leer, entretenido o en ocasiones divertido. Esta novela no consigue ninguna de esas premisas, y aburre por la saturación de párrafos sin contenido alguno para la consecución de estos fines. El buen sabor de boca que me quedó tras "La plata de Britania" (primera novela de la colección) se ha diluido totalmente en un mar de descripciones y personajes anestesiantes.

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