Nunca, nunca, nunca, háganme caso, confíen en la persona que les comenta aquello de "¡Es posible! ¡¿No has leído el libro?! ¡Es el libro de la vida!" Les sorprenderá esta reacción tan entusiasta de una persona. Pero más les sorprenderá encontrarse a más personas con exactamente la misma opinión. Puedo asegurarles que cuando inicien la lectura se preguntarán si es una broma, después, acabado, se devanarán los sesos al no descubrir absolutamente nada que haga a sus páginas merecedoras de semejantes elogios y comenzarán a dudar de su propia capacidad crítica, para finalmente, más bien pronto que tarde, concluir que el gran, el famoso libro ES UNA SOLEMNE ESTUPIDEZ. Bien escrita... sí, no se pone en duda, pero la obra de un oligofrénico al que le dio por escribir borracho y seguramente afectado de algún alucinógeno. El que esté bien escrita de hecho es un gran lastre, porque es el anzuelo con el que picas al principio para concluirlo en busca de algún sentido que nunca encontrarás y cuyo resultado es el cerebro deshecho y el tiempo perdido.
Señoras y señores, háganme caso, no pierdan el tiempo y la poca o mucha salud mental de la que disfrutan en la lectura de semejante libro. El daño psicológico que me ha causado leer semejante memez ya es irreparable y estoy en conversaciones con mi abogado para ver si puedo reclamarle al autor (me acuerdo cada día que pasa de él y de su familia) daños y perjuicios. Jámas, repito, jamás, guiados de su buena voluntad, crean que la opinión de muchos es indicativo de certeza. Antes bien, la única certeza que me he encontrado en tan gregarias reacciones es la de la supinidad de muchas de las personas que le rodean a uno a diario.
Por fortuna la virtud e inteligencia de muchos otros, por ejemplo los que han leído ésto, está fuera de toda duda y compensa.
Un cordial saludo:
Pedro Peña.
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