viernes, 22 de junio de 2012

La aventura del tocador de señoras, de Eduardo Mendoza




              
Tras los éxitos de El misterio de la cripta embrujada y de El laberinto de las aceitunas, en 2001 Eduardo Mendoza se valió de nuevo del ingenio de su carismático protagonista sin nombre para entretener una vez más al lector con otra fantástica historia, La aventura del tocador de señoras.

Eduardo Mendoza
 
Mezcla de humor y de intriga, ésta es la novela de un ‘detective’ forzoso, hecho a sí mismo más mal que bien a fuerza de golpes del destino, que se encuentra implicado un día cualquiera en una trama de conspiraciones en la que corre seriamente peligro su modesta vida. 


"Todos perciben claramente la locura de los demás, pero ninguno la propia"


Así, pasados los años tras el primer encuentro con el comisario Flores y ya en la década de los 90, nuestro personaje recibe la libertad por la demolición del manicomio que había sido su casa y, de inmediato, se halla entre la multitud de una Barcelona muy distinta a como él la conocía. Sin nadie más que su hermana Cándida a quien acudir, va en su búsqueda hasta que da con ella en un barrio humilde y allí se establece como único empleado de la ruinosa peluquería de su cuñado y comienza su nueva vida.  Todo marcha con normalidad  hasta que, de repente, sin tomarlo ni beberlo, se ve aceptando un trabajo sucio pero sencillo que le llevará a investigar los chanchullos de determinados individuos de la élite catalana para defender su inocencia.
 
Si bien, cómo decíamos, aunque ésta es una novela de humor y de intriga, no quedan indiferentes algunos otros temas que hacen del conjunto el irónico reflejo de un momento determinado. De este modo, conocemos las diferencias abismales de las distintas clases sociales y percibimos la proporcionalidad inversa entre riqueza e intelecto. El ejemplo más claro y más risible de este aspecto lo vemos en la figura del alcalde de la ciudad, que nos deleita con maravillosos discursos idiotizados que nos harán reír a carcajadas.


"El problema es que no tengo la cabeza muy firme, ¿sabe? Para el desempeño de mi cargo ya vale. Pero los de la oposición lo saben y se aprovechan de mi debilidad. Día sí, día también, me hacen mociones y otras cuchufletas para volverme tarumba"


Al hilo de la trayectoria vital del protagonista seguida en las anteriores entregas, vemos cómo éste se convierte en un ser mucho más maduro y razonable poniendo a prueba sus dotes lógicas y deductivas aunque sin descuidar en ningún momento su desgarbada personalidad. Esto se muestra en la cerrazón amorosa y en la sorprendente resolución del caso que pone en evidencia a los culpables de la trama en un final inesperado.

Con todo, personalmente creo que hay dos escenas especialmente hilarantes por las que vale la pena comenzar la novela. La primera se da en el apartamento de nuestro extravagante protagonista cuando recibe las consecutivas visitas nocturnas de todo el plantel de personajes, policía y vecina incluidas, y despacha la situación de forma airosa para todos acomodándoles como buenamente puede en los más pintorescos rincones de la  minúscula residencia. El otro punto destacado en este sentido de la novela es el clímax, que tiene lugar cuando se nos desvela la maraña de sucesos e intereses de los implicados en el caso y donde la justa pluma de Mendoza escribe un final para ellos.

Atendiendo a cuestiones más técnicas -y siempre desde una óptica personal-, podemos decir que La aventura del tocador de señoras supera la narrativa y el ingenio de la aparentemente improvisada historia de El misterio de la cripta embrujada y es más dinámica y entretenida que El laberinto de las aceitunas. Asimismo, el irreprochable uso de los recursos de estilo, la polifonía siempre presente y excepcional del autor, y el diseño de sus divertidos personajes completan el carácter magistral del contenido cómico de la historia y hacen de ésta una lectura muy recomendable.


LO MEJOR:  los constantes golpes humorísticos y la excelente narrativa.

LO PEOR: el final resulta demasiado inesperado.

CONCLUSIÓN: Imprescindible.


Página oficial de Eduardo Mendoza en Clubliteratura

domingo, 3 de junio de 2012

Riña de gatos. Madrid, 1936, de Eduardo Mendoza.


Un ejercicio de virtuosismo de Eduardo Mendoza, que a través  de una historia convulsa ante el inminente estallido bélico y las peripecias vitales de un flemático protagonista atrapado en una trama trepidante, aborda el tema del retrato social de una época, así como, en su vertiente más intimista, las pulsiones que guían nuestros actos más profundos y que son muestra de una naturaleza a menudo escondida bajo el signo de los convencionalismos.

 "Los españoles hablan por los codos. Yo mismo lo estoy haciendo, ya ve usted. Guardó un instante de silencio para demostrar que podía poner coto al vicio nacional y luego prosiguió bajando la voz."

El argumento parte de la visita del británico Anthony Whitelands, académico del arte especializado en el Siglo de Oro español, a fin de valorar una colección en Madrid, en el año 1936. La sorpresa ante un descubrimiento artístico sin precedentes, una aristocrática joven no exenta de desparpajo, un José Antonio Primo de Rivera imbuido de galán de alto copete, así como los más variopintos personajes muestra de las posturas que desencadenarían el fatal desenlace de la Guerra Civil se irán dando cita a lo largo de la narración con una fluidez e intriga que al lector se le harán memorables.

La habitual estratagema de Mendoza en la elección de un personaje ajeno al mundo que le rodea, le permite el encuentro con una realidad chocante a través de los ojos de su protagonista, y crear la paradoja que tiene como fruto una más contundente y en ocasiones satírica descripción que hace de esta novela el gran retrato histórico y social que es.

A pesar de la clara seriedad de los hechos narrados, la irónica pluma de Mendoza unida a su prodigiosa capacidad para los más variados registros mantienen una sonrisa en los labios del lector a menudo. Y es que la polifonía aquí adquiere casi proporciones fotográficas para forjarnos un retrato certero de personajes y acontecimientos. 

 "Velázquez pintó este cuadro al final de su vida. La obra cumbre de Velázquez y también su testamento. Es un retrato de corte al revés: representa a un grupo de personajes triviales: niña, sirvientas, enanos, un perro, un par de funcionarios y el propio pintor. En el espejo se refleja borrosa la figura de los Reyes, los representantes del poder. Están fuera del cuadro y, por consiguiente, de nuestras vidas, pero lo ven todo, lo controlan todo, y son ellos lo que dan al cuadro su razón de ser."

Lo mejor de la novela: la narración deslumbrante e irónica, aún dentro de la seriedad, del autor.

Lo peor de la novela: El final deja ciertos cabos sueltos que no terminan de complacer al término de su lectura. A título personal diré que el personaje de José Antonio Primo de Rivera está en exceso edulcorado. La sutileza y el ingenio de Mendoza en cambio contrasta con una trama que, como suele ser frecuente en sus novelas, no acaba de hilvanarse definitivamente, y no nos proporciona un final digno acorde con el resto del libro.

"Me quedaré unos días, consultaré documentación, visitaré amigos y colegas, puede que me llegue a Toledo o a El Escorial, y trataré de ver una novillada: me pirro por los banderilleros."

Conclusión: una gran novela por tres de los cuatro costados, que destila buen hacer literario y rebosa ingenio, y, en último término, uno de los entretenimientos más deliciosos con los que me he topado. Eso sí, probablemente  no apta para las catervas pseudo-lectoras que degluten sistemáticamente novelas comerciales. Ésto es otra cosa, y es para disfrutarla apreciando cada frase.